El cáncer de mama es una de las neoplasias más frecuentes en mujeres a nivel mundial, y los avances en los tratamientos han mejorado significativamente las tasas de supervivencia. Sin embargo, estos mismos tratamientos, incluidos la quimioterapia, la radioterapia y ciertas terapias dirigidas, pueden tener un impacto negativo en la salud cardiovascular. Por ello, es fundamental implementar estrategias que protejan el corazón durante y después del tratamiento oncológico. Una de las herramientas más efectivas en este contexto es el ejercicio físico.
Diversos estudios han demostrado que la actividad física regular puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares en las supervivientes de cáncer de mama. El ejercicio aeróbico, como caminar, nadar o andar en bicicleta, mejora la función cardíaca al aumentar la capacidad aeróbica (VO2max) y reducir factores de riesgo como la hipertensión y la obesidad. Además, el entrenamiento de fuerza contribuye al mantenimiento de la masa muscular y mejora el metabolismo, factores clave para la salud metabólica y cardiovascular.
El ejercicio también tiene beneficios específicos en la mejora de la rigidez arterial y la función endotelial, lo que se traduce en una mejor circulación sanguínea y una menor carga sobre el corazón. Estos efectos son especialmente relevantes en mujeres que han recibido tratamientos cardiotóxicos, ya que el ejercicio actúa como un potente modulador de la función cardiovascular, reduciendo el riesgo de insuficiencia cardíaca.
Es recomendable que las supervivientes de cáncer de mama realicen al menos 150 minutos de ejercicio aeróbico moderado a la semana, complementados con dos sesiones semanales de entrenamiento de fuerza. Siempre bajo la supervisión de un fisioterapeuta capacitado, especialmente si existen condiciones médicas adicionales. Además, se deben realizar evaluaciones periódicas de la salud cardiovascular para ajustar el tipo y la intensidad del ejercicio según las necesidades individuales.
Incorporar el ejercicio como parte del tratamiento integral en pacientes oncológicos no solo mejora la calidad de vida, sino que también reduce la mortalidad cardiovascular. En resumen, el ejercicio físico no debe considerarse solo como una actividad opcional, sino como una parte fundamental del proceso de recuperación y prevención en supervivientes de cáncer de mama. Consultar con un fisioterapeuta especializado en oncología o con un cardiólogo deportivo es un primer paso esencial para iniciar un programa de ejercicio seguro y efectivo.