No hace falta ser atleta: pequeñas cantidades de ejercicio regular pueden reducir la progresión del cáncer

Cada vez hay más evidencia de que el ejercicio no solo es beneficioso para la salud general, sino que también desempeña un papel crucial en la prevención y el manejo del cáncer. Incluso pequeñas cantidades de actividad física pueden marcar una gran diferencia en la progresión de la enfermedad y en la mejora de la calidad de vida de los pacientes.

A menudo se piensa que los beneficios del ejercicio requieren horas de esfuerzo intenso, pero la realidad es diferente. Dedicando tan solo una hora a la semana a actividades como caminar, realizar ejercicios de fuerza o practicar yoga, se puede mejorar significativamente la respuesta del organismo al cáncer. La actividad física no solo ayuda a mantener la movilidad y la fuerza, sino que también puede influir directamente en los procesos biológicos relacionados con la enfermedad.

Por ejemplo, pequeñas dosis de ejercicio semanal pueden contribuir a ralentizar la progresión del cáncer. Este efecto se debe, en parte, a cómo el movimiento regula niveles hormonales como el estrógeno y la testosterona, que están implicados en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer. Además, el ejercicio tiene un impacto positivo en el sistema inmunológico, haciéndolo más eficiente para detectar y combatir células tumorales.

El impacto del ejercicio no solo se limita a la prevención del cáncer; también juega un papel crucial en los resultados de supervivencia. Pacientes que integran la actividad física en sus rutinas, incluso en niveles moderados, tienden a experimentar tasas más bajas de mortalidad general y una mejor calidad de vida. Esto es especialmente relevante en tipos de cáncer con alta mortalidad, como el de pulmón o el digestivo, donde el ejercicio puede convertirse en un componente esencial del tratamiento integral.

Para muchas personas que enfrentan un diagnóstico de cáncer, la idea de realizar ejercicio puede parecer desalentadora, especialmente si los tratamientos han causado fatiga o debilidad. Sin embargo, la clave está en adaptar las actividades al nivel de cada paciente. Comenzar con ejercicios suaves, como caminar o sesiones de estiramientos, puede ser suficiente para obtener beneficios iniciales.

Los profesionales de la salud tienen un papel fundamental en guiar a los pacientes hacia un plan de ejercicio adecuado. Fisioterapeutas, entrenadores especializados y oncólogos pueden trabajar en equipo para diseñar programas individualizados que tengan en cuenta el tipo de cáncer, el estadio de la enfermedad y las capacidades físicas del paciente.

Más allá de los beneficios físicos, el ejercicio también tiene un impacto positivo en el bienestar mental de los pacientes con cáncer. Actividades regulares pueden ayudar a reducir los niveles de ansiedad y depresión, mejorar el sueño y proporcionar una sensación de control durante el proceso de tratamiento.

Además, mantenerse activo refuerza la confianza en uno mismo, algo vital en el contexto del cáncer. Sentirse físicamente fuerte, aunque sea con pequeños esfuerzos, puede marcar la diferencia en cómo un paciente enfrenta su enfermedad.

La percepción del ejercicio ha evolucionado. Antes se veía como una actividad reservada para personas sanas o con objetivos atléticos. Hoy, el movimiento es reconocido como un pilar esencial para la salud, incluso en poblaciones que enfrentan enfermedades crónicas como el cáncer. Este cambio de paradigma ha llevado a que el ejercicio se integre en protocolos médicos y planes de tratamiento como una herramienta accesible y eficaz para mejorar resultados clínicos.

Un estudio recientemente publicado (Mabena N et al. Association between recorded physical activity and cancer progression or mortality in individuals diagnosed with cancer in South Africa. Br J Sports Med. 2025. doi: 10.1136/bjsports-2024-108813) sugiere que incluso pequeñas cantidades de ejercicio regular pueden reducir la progresión del cáncer y el riesgo de muerte. El análisis de datos de más de 28,000 pacientes con cáncer reveló que dedicar hasta 60 minutos semanales a la actividad física puede disminuir en un 16% la progresión del cáncer, mientras que más de 60 minutos semanales pueden reducirla en un 27%. Las tasas de mortalidad por cualquier causa fueron un 33% y un 47% menores, respectivamente, para quienes realizaron niveles bajos y moderados a altos de actividad física. El estudio sugiere que la actividad física mejora la inmunidad y regula hormonas como el estrógeno y la testosterona, lo que podría ser beneficioso para ciertos tipos de cáncer.

Conclusión

El ejercicio no es solo una medida preventiva: es una herramienta poderosa para combatir el cáncer desde múltiples frentes. Ya sea ralentizando la progresión de la enfermedad, mejorando la respuesta al tratamiento o reforzando el bienestar emocional, la actividad física es un aliado invaluable. Lo mejor de todo es que no requiere grandes compromisos de tiempo ni esfuerzo. Incluso unos minutos al día pueden ser suficientes para transformar la vida de los pacientes y proporcionarles una mejor calidad de vida.

La invitación está abierta: no importa el momento del proceso, siempre es buen momento para empezar a moverse.

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