El cáncer y las enfermedades cardiovasculares son las principales causas de muerte en el mundo occidental y comparten factores de riesgo como el sedentarismo, la obesidad y la inflamación crónica. En los últimos años, la evidencia ha demostrado que el ejercicio físico no solo mejora la calidad de vida de los pacientes con cáncer, sino que también desempeña un papel clave en la reducción de los efectos adversos de los tratamientos oncológicos sobre el sistema cardiovascular.
El impacto del cáncer y su tratamiento en la salud cardiovascular
Las terapias contra el cáncer, como la quimioterapia y la radioterapia, pueden afectar el sistema cardiovascular y reducir la capacidad aeróbica del paciente. La disminución de la aptitud cardiorrespiratoria (CRF) es un factor determinante en la supervivencia de los pacientes con cáncer, ya que el deterioro del corazón, los pulmones y la musculatura puede limitar la tolerancia a los tratamientos y aumentar el riesgo de complicaciones.
El ejercicio ha demostrado ser una herramienta eficaz para contrarrestar estos efectos. La actividad física no solo mejora la función cardiovascular y la resistencia muscular, sino que también ayuda a mantener la función mitocondrial, optimizando la producción de energía y reduciendo el daño celular inducido por los tratamientos oncológicos.
Ejercicio como estrategia terapéutica
Para obtener beneficios, el entrenamiento debe ser personalizado y adaptado a las necesidades del paciente. Actualmente, existen dos modalidades principales de ejercicio recomendadas para pacientes con cáncer:
- Ejercicio aeróbico: Caminar, nadar o montar en bicicleta mejora la función cardiorrespiratoria y reduce el riesgo de toxicidad cardíaca inducida por los tratamientos.
- Ejercicio de fuerza: Levantamiento de pesas o ejercicios con resistencia ayudan a preservar la masa muscular y mejorar la funcionalidad del paciente.
Conclusión
El ejercicio es una estrategia fundamental en el manejo del cáncer, ya que contribuye a mejorar la capacidad funcional, la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes. A medida que se desarrollan protocolos más específicos para cada tipo de tumor, es fundamental que los profesionales sanitarios integren el ejercicio en los planes de tratamiento.
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